La potencialidad terapéutica de la psilocibina

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En 1959 Albert Hofmann publicó el proceso de síntesis de la psilocibina. Un año después, en 1960, Sandoz, la compañía para la que trabajaba Hofmann, la empezó a distribuir gratuitamente con el nombre de Indocybin entre psiquiatras e investigadores interesados en explorar tanto su potencial psicoterapéutico como su utilidad como herramienta farmacológica para estudiar procesos cognitivos. Hasta principios de los años setenta se estuvo realizando investigación clínica con psilocibina, sobre todo en muchos hospitales españoles, donde los psiquiatras disponían de psilocibina, igual que de LSD, cedida gratuitamente por la Sandoz para investigación clínica.

Hoy día se está reiniciando este tipo de investigación. Debido al perfil de los efectos psicológicos peculiares de la psilocibina discutidos en el apartado anterior, los autores de los diferentes estudios mencionados postulan en las secciones de discusión de sus artículos científicos que la psilocibina podría ser de utilidad en el tratamiento de trastornos como las adicciones, o de la depresión y la ansiedad que sufren personas que padecen alguna enfermedad terminal. La lógica de este razonamiento estriba en que si alguien, en un contexto controlado, pierde su identidad sintiéndose parte de algo mucho más grande e importante que le trasciende, le inducirá un cambio en la personalidad que para el caso de las adicciones le ayudará a abandonarlas y en el caso de los enfermos terminales les permitirá aceptar mejor el fin de su vida y vivirla con menor angustia y tristeza.

Una investigación interrumpida

De hecho, ya en los años cincuenta, cuando la investigación psicodélica estaba en pleno auge, parece ser que los mejores resultados de la terapia psicodélica se encontraron precisamente en el tratamiento del alcoholismo y en enfermos terminales, para reconciliarlos con su proceso final. El ejemplo extremo de esto fue el escritor Aldous Huxley, que en su lecho de muerte pidió que se le administrara LSD, y así lo hizo su mujer, para adentrarse en el misterio desde un estado ya de abandono consciente y de disolución. Desafortunadamente, los informes de la época son confusos, contradictorios y poco concluyentes, fundamentalmente debido a que no se disponía de las metodologías sofisticadas de que se dispone hoy día para evaluar efectos terapéuticos de las intervenciones psicológicas.

Actualmente hay varios grupos de investigación administrando psilocibina a enfermos con cáncer terminal, ellos localizados en Estados Unidos, aunque, de momento, el único de esos estudios finalizados no ha encontrado resultados positivos (si bien se trata de un estudio piloto, por lo que se tendrá un mejor conocimiento de la eficacia de este tipo de terapia para esta población de pacientes, es de esperar, en pocos años). Un estudio similar, pero utilizando LSD, se ha finalizado a su vez en Suiza y también sin resultados estadísticamente significativos desde un punto de vista clínico, aunque, de nuevo, se trataba de un estudio piloto en el que, al igual que en el estudio anterior, se utilizó una muestra compuesta por un número tan limitado de sujetos que hace difícil encontrar resultados clínicamente significativos, a no ser que el tratamiento fuera extremadamente eficaz, algo que, por el momento, no parece que ocurra de acuerdo a los resultados tan limitados encontrados.

En cualquier caso, en ambos estudios no se refirieron efectos secundarios que empeoraran las condiciones psicológicas y médicas de los participantes. Por otra parte, la satisfacción subjetiva de los pacientes en ambos estudios pareció ser positiva, por lo que al menos abre las puertas a investigar garantizando la máxima hipocrática de que «lo primero es no hacer daño». Otro grupo de investigación ha iniciado también estudio con fumadores que quieren dejar de fumar y con alcohólicos, pero, de nuevo, estos estudios están aún realizándose o en fase de proceso de análisis de los resultados, por lo que no se dispone de momento de conclusiones.

Gran potencial de la psilocibina como terapia

Las potenciales propiedades terapéuticas de la psilocibina no se reducen a aprovechar los efectos misticomiméticos que induce, sino que, debido a su mecanismo de acción farmacológica y al margen de sus efectos subjetivos, pueden ser de utilidad para el tratamiento de un trastorno de ansiedad altamente incapacitante conocido por «trastorno obsesivo compulsivo» (TOC). Algunos casos anecdóticos referidos por personas con TOC que se habían visto libres de síntomas tras haber tomado hongos psilocibios con fines recreativos y la posibilidad de que en la base neurofisiológica del trastorno haya una disregulación de los receptores 5-HT2A, hace pensar que la psilocibina puede ser de utilidad para el tratamiento del trastorno, quizás no debido a sus efectos psicológicos, sino precisamente por su acción sobre los receptores 5-HT2A: es conocido que la psilocibina induce una rápida tolerancia, de tal forma que, si se consume de manera mantenida en el tiempo, en muy pocos días, por mucho que se incrementen las dosis, no se produce efecto alguno. Ello se debe a un fenómeno que se denomina «regulación a la baja», en el que los receptores 5-HT2A, al sentirse permanentemente activados por la acción agonista de la psilocibina, terminan desactivándose, necesitando que pase de nuevo un tiempo sin sentirse acosados antes de que puedan volver a su funcionamiento normalizado.

El hecho de que los receptores 5-HT2A se desactiven por el consumo continuado de psilocibina permite así mantener niveles altos de serotonina en el sistema sin que aparezcan efectos subjetivos. Este mismo principio de acción farmacológica puede que sea el que está en la base de la potencial eficacia de la psilocibina y la LSD en el tratamiento de un trastorno raro pero demoledor para quien lo padece, conocido como «cefalea de racimo». La cefalea de racimo se conoce como la enfermedad del suicidio, ya que los dolores de cabeza pueden ser tan intensos para quien los padece que muchos pacientes terminan suicidándose. Tampoco existe un tratamiento eficaz para este trastorno pero, de nuevo, informes de pacientes que han visto desaparecer.

Los síntomas cuando han tomado hongos psilocibios o LSD de forma recreativa, hacen pensar que la psilocibina pueda constituir un tratamiento de utilidad para el trastorno. Si bien se ha publicado un informe científico en el que se notifica la remisión de síntomas en un número importante de pacientes, se trata de un estudio basado en encuesta y es necesario, antes de poder confirmar su eficacia, someterlo a la prueba del estudio clínico. Una molécula estructuralmente parecida a la LSD y a la psilocibina, aunque carente de psicoactividad, la bromo-LSD, también, en otro estudio basado en casos clínicos, ha resultado mostrarse eficaz en los cuatro pacientes estudiados. De nuevo, si la base del trastorno estuviera en una excesiva expresión de los receptores 5-HT2A, o en unos niveles de serotonina cerebrales bajos, el tratamiento continuado con psilocibina podría resultar prometedor para tratar este trastorno a veces mortal.

Los informes de las personas estudiadas en el estudio de encuesta manifestaron, tras haber tomado psilocibina, haber permanecido libres de síntomas por períodos prolongados de tiempo

Fragmento del libro psilocibes capítulo 2 sección 6